martes, 27 de febrero de 2024

Misión destrucción

Hugo M. Delgado A. Periodista. Artículo publicado el 26 de febrero de 2024 en www.venezuelausa.org

A finales de los 80 del siglo XX, en una de las innumerables tertulias con el fallecido periodista y diplomático venezolano, Pablo Bassim, él decía que Estados Unidos de América, mantenía conflictos de baja intensidad para justificar sus presupuestos militares y políticas de defensa. Citaba que esa estrategia de organizarse para “lo peor” era una línea de Estado que le permite prepararse para la guerra en tiempos de paz, eso fue lo que hizo con el régimen soviético, al que 0bligó a invertir en el desarrollo de armas de todo tipo cuando sus finanzas eran débiles, hasta que en noviembre de 1989, el Muro de Berlín se derrumbó si hacer un tiro.

La apreciación de Bassim es aplicable al contexto de Latinoamérica cuando se observa una realidad en la que Cuba se ha convertido en el principal agente desestabilizador del continente. Sin escrúpulo alguno, Fidel Castro, se convirtió en el Caballo de Troya en esta parte del hemisferio. Su estrategia destructiva se basó en explotar las debilidades de una población sumida en la pobreza y la desigualdad con una élite que controla el poder político y la riqueza.

Claro está que la evolución política, social, tecnológica y económica de la humanidad a estimulado el avance de la sociedad latinoamericana en ciertos aspectos como la reducción de pobreza, pero sus problemas estructurales son difíciles de resolver. Además los progresos son desiguales y no son constantes como sucedió en Chile en las últimas décadas post Pinochet o en los 40 años de democracia en Venezuela.

Al persistir los problemas estructurales de la sociedad se crean los espacios para que surjan “encantadores de serpientes” como Fidel Castro, Hugo Chávez, Rafael Correa, Ignacio Lula da Silva, Néstor y Cristina Kirchner, Evo Morales, Andrés López Obrador, Gustavo Petro y Gabriel Boric, quienes en vez de corregir, utilizan la violencia, la corrupción y la burocracia, como armas para llegar y afianzarse en poder, utilizando las miserias humanas de sus pueblos.

Pero ¿cuáles son las razones para que la izquierda insista en la destrucción y luego crean las estructuras empobrecedoras y corruptas que caracterizan a sus gobiernos? La respuesta la dio Pablo Bassim, cuando explicaba que el comunismo tiene claros sus objetivos a largo plazo: destruir los fundamentos de la democracia occidental (valores y principios) y su base económica capitalista y de libre iniciativa del individuo.

Esa apreciación la reafirma el académico de la Universidad de Harvard, Karl Deutsch: En la visión totalizadora de Marx, el desarrollo del hombre lo llevaría de las comunidades pequeñas de comunismo primitivo, a otra de una comunidad mundial de abundancia económica. En esta comunidad nueva y agrandada, con abundante producción, las divisiones de clase desaparecerán. Ahí se superaría la prehistoria del hombre y comenzaría su verdadera historia y reinaría la libertad.

Pero en ese transitar de la supuesta prehistoria a la historia llena de libertad, los llamados a realizar tamaña empresa disfrutan de las bondades del capitalismo. Lo hacen la nomenclatura rusa, china, cubana, la nicaragüense de Daniel Ortega, la argentina de los K y Alberto Fernández , la colombiana de Gustavo Petro y la venezolana de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Mientras usurpan el poder y los dineros públicos poco les importa si su pueblo pasa necesidades, más bien las explotan sin ningún escrúpulo.

Roban a manos llenas mientras sus pueblos sufren las infamias de la injusticia, tal como ocurre en una Venezuela sin alma y sin esperanza que prefiere huir que enfrentar sus males, provocados por una sociedad cómplice, que vivió de las migajas de la renta petrolera y del sueño de una democracia que vivía a la sombra de “la bota militar” y fue incapaz de construir su cultura ciudadana.

Ahora que se experimentan las consecuencias de la penetración cubana en Venezuela, primero con Hugo Chávez, y ahora con Nicolás Maduro, hay conclusiones interesantes. Primero, se materializó la advertencia de Rómulo Betancourt del legado que dejaría la revolución cubana: sangre y miseria. La segunda, los petrodólares pagados -principalmente- por las grandes compañías norteamericanas permitieron expandir la desestabilización en el continente destruyendo las instituciones democráticas, creando grupos de interés que apoyaron los planes de Fidel y ahora ha degenerado una nueva modalidad afianzada con el “mito del poder de los colectivos (Tren de Aragua)” y autócratas o dictadores como Daniel Ortega, Cristina Kirchner, Rafael Correa y Maduro. Es decir Estados Unidos de América (EUA) es corresponsable de lo que está ocurriendo.

La tercera conclusión está relacionada con la cultura permisiva afianzada falsamente por una cultura globalizada que hace ver lo malo como bueno. Por ejemplo, el consumo de las drogas cultivadas y procesadas en Latinoamérica, para satisfacer los mercados europeos y norteamericano, está generando graves consecuencias en esos países, porque -por ejemplo- esa idea de permitir que los individuos “experimenten”, sin medir las secuelas destructivas que generan estas sustancias, está destruyendo sus instituciones sociales. Lo grave de este asunto, es que los jóvenes de Latinoamérica que tienen limitadas expectativas de bienestar y desarrollo como personas, caen en este vicio que les destruye sus vidas y afecta a sus sociedades.

Esa estrategia de destruir vía narcóticos a la sociedad de la primera potencia mundial parece no importar a sus gobernantes y eso -a su vez- está generando una cultura de la muerte con graves problemas en su interior. Para el comunismo es un gran logro que esto ocurra, tampoco les importa que sus respectivas naciones sufran las consecuencias del mismo más, tal como se evidencia con las intenciones del mitómano colombiano,Gustavo Petro, con sus intenciones de permitir el consumo de estupefacientes en una sociedad violenta, con grandes problemas de alcohol, drogas y postraumáticos, como lo dice el catedrático de la Universidad Javeriana de Bogotá, Wilson López López .

Todos estos factores desestabilizadores de las democracias se han visto favorecidos con los gobernantes comunistas que sí trabajan con los objetivos claros diseñados e instrumentados por Fidel Castro y el actual presidente de Brasil, el corrupto Ignacio Lula da Silva, a través de su Foro de Sao Paulo. Todos sus mandatarios adeptos son mentirosos, corruptos y asesinos. Gracias a las redes divulgan sus intereses, enjuician, condenan y no pagan por sus pecados. Poco les importa si sus versiones destruyen porque su misión es esa para luego construir el mundo fantasmagórico que ni el mismo Marx supo definir, como lo advierte Deutsch: “Ni él ni nadie más podía prever cómo sería ese desarrollo futuro”.

Ahora que se crea el mito del poder del Tren de Aragua, un engendro nacido de los colectivos armados, financiados y adoctrinados por el chavismo para defender la revolución, se infunde miedo y se crea una sobre dimensionada invencibilidad en todo el continente, incluyendo EUA, creando conjeturas que ahora con las redes se impulsan como si fuera una gran estrategia impulsada por Cuba a través de Venezuela. Lo cierto es que el éxodo venezolanos -buenos y malos-, obedece a una crisis económica y social provocada, no solo por el régimen chavista, sino por la incapacidad de una sociedad cómplice e irresponsable, cuya dirigencia corrupta y endeble, fue incapaz de pensar el país que se avecinaba.

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