Hugo M. Delgado A.-Periodista
Publicado en www.venezuelausa.org 16 de octubre 2022.
Las constantes entre los
deslaves de Vargas (1999) y Las Tejerías (2022) son: ineptitud y corrupción.
Ambos desastres naturales dejaron un legado de muertes y pérdidas materiales
incalculables, maquilladas por cifras oficiales que ocultaron los números reales
(entre 10 y 30 mil en el primero y centenares en el segundo,
relatan sus habitantes, aunque el régimen dice que solo son 100 aproximadamente
entre fallecidos y desaparecidos).
En Vargas,
el proceso de recuperación tardó décadas, producto de la ineptitud y corrupción de la entonces gestión del
recién estrenado, Hugo Chávez Frías. Años después, las huellas del desastre
natural todavía caracterizan la zona. Resaltante fue el desprecio que hizo el
teniente coronel al barco de Estados Unidos de América (EUA) equipado con
equipos de emergencia e ingenieros especializados en manejo de catástrofes que
el entonces gobierno de Bill Clinton ofreció, en uno de sus característicos
arranques de nacionalismo.
En el deslave de Las Tejerías,
la falta de previsión se repitió. Lo ocurrido el sábado 8 de octubre de 2022, fue
producto de un «proceso natural» de la montaña, explica el profesor de la
Universidad Central de Venezuela, Feliciano De Santis, especialista en amenazas
geológicas. Cuando las lluvias son continuas, la cordillera, por razones
«tectónicas», crece y expulsa rocas y sedimentos para mantener su tamaño.
«Pero, ¿qué pasa cuando eso baja? ¿Qué se consigue? A una
población» instalada en zonas vulnerables. Y ocurre el «desastre». Pueblos
en Venezuela en zonas montañosas y boscosas, a menudo, tienen casas
cerca de las orillas de quebradas y ríos, construidas sin la distancia
«respetable» al agua o con las obras hidráulicas necesarias.
Lo ocurrido en Las Tejerías,
escribe el editor de El Nacional (16-10-2022), Miguel Henrique Otero, “me ha
hecho recordar el palabrerío de Hugo Chávez, los primeros días de
enero de 2000, tras el deslave de Vargas. En una declaración dijo que, en
menos de cinco años, todos los habitantes del país que vivieran en zonas de
riesgo saldrían de esos lugares y serían trasladados a viviendas
seguras, con todos sus servicios. Han transcurrido casi 23 años de aquella
mentira y el balance es el peor que podamos imaginar: las superficies de las
zonas habitadas de alto riesgo han crecido 50%, casi la mitad de las familias
del país viven en condiciones de vulnerabilidad (tal como lo ha puesto en
evidencia la serie de Encovi), el número de barriadas que se ubican en las
proximidades de cursos de aguas, barrancos y terrenos inestables no ha parado
de crecer”.
Esa constante se mantiene en
varias áreas pobladas de Venezuela, cuando llegan las lluvias excesivas ocurren
los desastres naturales. Obviamente, la falta de prevención y planificación
impiden prever este tipo de eventos, con las subsiguientes consecuencias de
muertes y pérdidas materiales. Lógicamente, el régimen de Nicolás Maduro,
aunque aceptó el inminente peligro por la saturación de la montaña, no hizo
nada. Justificará su ineficiencia con algún fenómeno natural producto
del calentamiento global, para evadir sus responsabilidades, pero a diferencia
de su arrogante antecesor, Hugo Chávez, esta vez sí aceptó la ayuda humanitaria
internacional porque el país “está pelado”. Mientras, envía alimentos,
medicinas y otros utensilios al “chulo cubano”, azotado por el Huracán Ian, y
le regala 23 mil barriles de petróleo a Granadinas y San Vicente, por los votos
en la reciente cumbre de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrada
en Lima-Perú.
La arrogancia venezolana plasmada en
un régimen que mira para afuera y se le olvida su gente, queda expresada en la
declaración del almirante y ministro de Interior, Justicia y Paz,
Remigio Ceballos (uno de los implicados en las denuncias de violación de los
derechos humanos desde 2019), quien con voz de mando y prepotencia ordenó a los
medios de comunicación ajenos a los del régimen, “no estorbar” en la
zona de operaciones, porque Venezolana de Televisión era el garante de la
libertad de información de lo que estaba ocurriendo.
En Venezuela y Petróleo (Tal Cual
21-01-2021), el historiador de la Universidad del Zulia, Ángel Lombardi Boscán,
argumentaba: “Todas nuestras malas artes quedaron disimuladas: pocos se
atrevieron a atentar contra la irresponsabilidad como modo de vida
social”. Una aberración de la conducta del pueblo, asumida por la “divina
influencia del petróleo”, concebida como fuente de riqueza fácil para ocultar
sus patologías”. Una cultura irresponsable que arrastran los gobernantes para
ocultar su ineficiencia.
No es extraño –entonces- que el arrogante militar
con su voz de mando intente controlar la información para manipular la
dimensión del desastre natural, ocultar la ineptitud y el número de muertos
para reducir el impacto del desastre natural, controlar la declaración de los
afectados y, como lo hicieron con la pandemia Covid-19, mentir.
Lo decepcionante de este nuevo hecho que enluta a
Venezuela, es que sus penurias continúan, cimentando la desesperanza y
desilusión de la nación. Hechos como este empujan a tomar decisiones drásticas
para huir de una realidad que parece no tener fin. Mostrando a un sector
castrense postrado ante la vagabundería y la corrupción. El país
todavía arrastra la creencia de militares con derecho a cobrar la dádiva de “la
gesta independentista”, cuya historia escrita por vencedores, proyecta
generales y soldados como actores principales y oculta el trabajo intelectual y
físico de civiles insignes, como dice Lombardi Boscán.
Es la eterna confrontación entre
la verdad y la mentira. Vargas fue el antes, Las Tejerías es el hoy que dentro
de unos años mostrará la ineptitud y corrupción de un régimen que se robó el
sueño de los venezolanos. Con militares arrogantes entregados a
los intereses de cubanos, chinos, rusos, iraníes y de grupos narcoguerrilleros,
como las Farc y ELN; cuyos valores y principios nacionalistas quedaron en el
olvido, tapiados por el lodo sinvergüenza de la sumisión total y cuyas manos
están ensangrentadas con las torturas y asesinatos de venezolanos, en sus
mazmorras, que solo responden al mandato de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello,
tal como lo señalan “la línea de mando” de los informes de la Organización de
las Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional (CPI).
El “no estorben”, no es más que
una muestra de la oscura conducta del régimen y su guardia “pretoriana” por
ocultar la verdad del pueblo de Las Tejerías. Pero el
reto de los verdaderos periodistas y de los héroes silentes de esa población,
es mostrar los hechos para decir lo que pasó, porqué sucedió, llorar a sus
muertos y homenajearlos. El periodismo colaborativo de los afectados indica que
Maduro solo llegó a la entrada de la zona afectada e hizo proselitismo, muestra
a militares con alcabalas controlando y cobrando por el paso de la ayuda
humanitaria o repartiéndose el botín y denuncian la intención del régimen de
manejar los dólares que vengan del exterior, reafirmándose así que la
ineficiencia y la corrupción siguen vigentes en la revolución bonita.