Texto y fotos: Hugo M. Delgado A. Periodista.
Usaba muletas
porque tenía amputado uno de sus pies. En las peligrosas selvas del Tapón del Darién, una culebra venenosa lo mordió, sin atención médica el resultado era
predecible: lo perdió. Al llegar al primer puesto de atención humanitaria
instalado en Panamá, el personal médico no tuvo más remedio que cortarlo para
salvarle la vida.
Cuenta Carlos
Montejo, un venezolano radicado en Panamá hace varios años, que al conversar
con este héroe silente, nacido en Caracas, le narró lo ocurrido. Así
como la de él, conoció otras tantas historias de los miles de venezolanos que
realizaron, en 2022, el periplo desde Colombia hasta México, pasando por el
Tapón del Darién. “Atravesaron el país, muchos caminando con sus familias, superando
obstáculos migratorios, que se derrumbaron porque la situación se les salió
de las manos, y apoyados por algunas “almas bondadosas” y organismos
humanitarios, realizaron la odisea”.
Al final de la
conversación, le preguntó qué iba hacer con la limitación física que tenía dado
el difícil camino que le esperaba hacia Costa Rica y luego a México. Le contestó enfáticamente: “Yo voy pa´ lante
mi hermano, a mí no me para nada ni nadie, voy a llegar a Estados Unidos”. Una
aventura que se ha llevado a decenas de venezolanos que murieron por cumplir el
sueño americano, como ocurrió con el miembro de la comunidad de la Universidad
del Zulia, Larry Bastidas Guanipa, el 8 octubre de 2022.
¿Qué fuerza impulsó a los más de 170 mil venezolanos
en su empeño por llegar a EUA? ¿Será
acaso la advertencia que hacía Joseph Nye en marzo de 1990 relacionada con el
atractivo mundial de querer vivir en ese país, dada la apertura étnica de su
cultura y la atracción política hacia los valores democráticos, condiciones de
vida e influencia de los medios masivos incluyendo el cine y la televisión?
Cuenta Montejo que
antes del cierre de la frontera ordenado por el gobierno de Joe Biden, en el
Paso Canoas, en la frontera entre Panamá y Costa Rica, los niños venezolanos
andaban desnudos en las calles, los adultos pedían comida, agua, pañales o
medicamentos, dormían en las aceras, con ropas y botas sucias del barro que
muchos traían desde la selva. Habían caminado varios días por las carreteras
que unen las provincias de Darién y Chiriquí. “Las colas eran interminables”. “A muchos apoyé con lo que puede,
era inhumano lo que estaba ocurriendo”.
Con el cierre de
la frontera México-EUA, ordenada por la administración Biden, el flujo de
inmigrantes venezolanos disminuyó, ya antes la decisión del gobierno de Andrés
López Obrador (gran aliado del régimen de Nicolás Maduro) de exigir visa había
impactado el volumen. Sin embargo, la presencia de mafias traficantes,
conocidas como “los coyotes”, siguen operando. Ahora hay nuevas modalidades para cruzarla.
Aún con las trabas
colocadas por los distintos gobiernos de Centroamérica, México y EUA, todavía
el flujo –en menor volumen- persiste. Al albergue
de Paso Canoas (Panamá) aún llegan venezolanos y en sus calles se observan
–principalmente- familias haitianas, en situaciones precarias. La frontera sur
de EUA durante décadas ha sido permeada por los “espaldas mojadas” que laboran
en distintos sectores económicos de California, Texas, Nuevo México y Arizona,
incluso ya existen hijos de ilegales nacidos en Norteamérica.
La situación
económica unida a la desesperanza de la juventud –principalmente profesional-
estimulan la decisión de emigrar, dejando sin futuro a sus respectivos países.
El haber montado sistemas democráticos sobre estructuras desfasadas,
coercitivas y corruptas, generaron la desconfianza y las crisis social,
política y económica que caracteriza a gran parte de Latinoamérica, advertía un informe militar en 1990 (Revista
Military Review marzo-abril 1990).
En el caso Venezuela las opciones de cambio
son mínimas, luego de un
empobrecimiento sostenido, crisis económica, deterioro de la calidad de vida y
unas conversaciones impulsadas por el gobierno de Joe Biden, que dejan poco
espacio para una esperanza de mejoramiento, más cuando el informe preparado por
el Centro de Estudios Wilson Center (28-01-2023), titulado Venezuela en
2023 y más allá, trazando un nuevo curso, indica que las conversaciones de
México “probablemente no producirán una transferencia rápida de poder
de parte de Nicolás Maduro y su séquito”, ni acabarán pronto con los
“profundos resentimientos” en el país, ni generarán “un alivio económico
inmediato”.
Abraham Lowenthal,
experto en transiciones democráticas del Wilson Center, advierte que “no existe
otro lugar en el que la ayuda humanitaria, los derechos humanos, las cuestiones
electorales, la reinstitucionalización y la recuperación económica puedan
abordarse de forma conjunta”. Asegura que muchas transiciones negociadas en
conflictos y autoritarismos en el mundo “tomaron años en lograrse” y
dice que son comunes los pasos hacia atrás, y que se requiere “paciencia
estratégica y persistencia”.
Si esto es así, la pobreza no espera. El desangramiento
humano de Venezuela no se detendrá. Aunque el régimen desarrolla una estrategia
propagandística mostrando una “normalidad” y un “retorno a la patria”, como sus
banderas de éxito, lo cierto es que mientras no exista inversión,
productividad, mejoramiento en el bienestar de la población y respeto a los
derechos humanos, esas palabras serán huecas.
Las últimas
arremetidas del régimen para controlar las ONG, las acciones para infundir
miedo a los medios de comunicación, los periodistas y todo aquel que piense
diferente a la nomenclatura; los bloqueos digitales a periódicos críticos, la
presión a los opositores y las constantes amenazas de romper las conversaciones
en México si no se cumplen los mandatos del chavismo, difícilmente se
normalizará la situación del país.
En medio de la
desesperanza, los héroes silentes seguirán caminado por las carreteras
centroamericanas, continuarán ocupando las calles de las ciudades colombianas,
persistirán en ingresar ilegalmente a EUA, como ya está ocurriendo, o pidiendo
asilos humanitarios en Europa. Un peregrinar que solo busca encontrar el futuro
perdido, que “nada ni nadie para”, como lo decía el caraqueño de esta historia.
*En homenaje a mi amigo Larry
Bastidas Guanipa, sepultado en el cementerio natural del Darién, en octubre 2022,
su cuerpo nunca fue encontrado.
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