Hugo M. Delgado A. Periodista. Artículo publicado el 15 de enero de 2023 en www.venezuelausa.org.
En marzo de 1990, el profesor de la universidad de Harvard, Joseph Nye Jr. (1937), apuntaba el rumbo que regiría los destinos de la potencia democrática y capitalista, Estados Unidos de América (EUA). El rumbo señalado era ir hacia un modelo reductor, de poder multipolar y de corresponsabilidad que limitara su “arrogancia e imposición”, en los asuntos estratégicos de la humanidad. Igualmente, explicaba las razones de la atracción cultural que ejercía, en un mundo que lo convirtió en el país más atractivo para vivir.
El tiempo se encargó de responder a los planteamientos de Nye, ex subsecretario de Seguridad para Asuntos Hemisféricos (1994-1995). Junto con Robert Keohane establecieron la teoría de las relaciones internacionales del liberalismo, condensado en el libro Poder e Interdependencia (1977). Posteriormente propuso la doctrina del Poder Blando (2004) y su noción del poder Inteligente de gran influencia en los gobiernos de Bill Clinton (1993-2000) y Barack Obama (2009-2017).
Ciertamente el mundo va hacia modelos heterogéneos de poder , de responsabilidad compartida y de cooperación, que hacen complejas las tareas de consecución de objetivos en materia de poder, más ahora que el Ecosistema Digital y sus transformaciones tecnológicas, la Inteligencia Artificial, la biotecnología y la interconexión del Internet, más los asuntos ambientales como el cambio climático, hacen que las metas sean más difíciles de cumplir y las proyecciones de los cisnes negro y verde resulten difíciles de establecer.
Esa confluencia de complejos factores ha degenerado en amenazas que atentan contra las democracias liberales y el capitalismo. La conformación de gobiernos autoritarios y la amenaza de las redes sociales, son dos de sus grandes enemigos, advierten algunos pensadores como Yuval Noha Harari. Un contexto nada fácil de tratar, más con un mundo globalizado y la puja por el poder supremo mundial en el que entran en juego EUA, China, Rusia y Europa, principalmente.
Para EUA sus mundos reales e ideales se convierten en un dilema difícil de manejar. En Atlantic Magazine (abril 2016), Jeffrey Goldberg escribió: “Obama, a diferencia de los intervencionistas liberales, es un admirador del realismo de política exterior del presidente George H. W. Bush y, en particular, del asesor de seguridad nacional, Brent Scowcroft ("Amo a ese tipo", me dijo Obama una vez). Bush y Scowcroft retiraron al ejército de Saddam Hussein de Kuwait en 1991, y manejaron hábilmente la desintegración de la Unión Soviética”.Sin embargo, Goldberg, destaca la crítica al presidente George Bush hijo por sus intervenciones en Irak y Afganistán, y el deterioro causado a la imagen del país.
EUA demuestra con su actual Estrategia de Seguridad Nacional (ESN 2022) y Estrategia de Defensa Nacional (EDN) que sus intereses están sobre los de los demás y al tener una amenaza directa, actúa de forma unilateral, un fundamento que ha demostrado que sus presidentes han operado de acuerdo con su “seguridad y existencia y la de sus vecinos claves”. Advertencia que hizo el actual presidente de El Salvador, Nayib Bukele, cuando reconoció que los problemas de los venezolanos deben solucionarlos ellos, luego del intercambio de los siete norteamericanos por los dos narcotraficantes condenados, sobrinos de Cilia Flores, sin favorecer en nada a la mayoría opositora democrática.
Para enfrentar esas amenazas, existe un libro de jugadas en Washington, reconoció Obama. En él se establecen las acciones definidas por el establishment para que el Presidente actúe en materia de política exterior, especialmente con acciones militares que pueden usarse de acuerdo con los criterios y circunstancias del gobierno, como ocurrió con Siria en 2013.
En las ESN 2022 y EDN también se analiza el uso de la disuasión como estrategia de presión. La interrogante que se abre, vistas las prebendas que aparentemente favorecen al régimen, es ¿y a cambio de qué? Esa doctrina fue aplicada, en el caso Venezuela, por Obama y Trump -principalmente- y hay que ser realista y entender que su aplicación se define de acuerdo con sus intereses relacionados con su seguridad nacional, considerando ¿qué es lo importante y qué es lo urgente?, y también variables como el miedo, el pensamiento tribal y la incapacidad de los gobernantes que no están a la altura de sus intereses nacionales; así como los factores económicos y jurídicos.
El rol de EUA, en la caso Venezuela, parte de la complejidad del contexto actual, en el que variables como la guerra en Ucrania, lo obligan a actuar, definiendo agendas en materia de seguridad, humanitaria, económica o climática. En esta situación, sus últimos gobiernos han pedido a Maduro que se fuera, pero no se está haciendo nada para que se vaya, una situación similar a la ocurrida cuando Obama hizo la misma exigencia al dictador sirio Bashar al- Asad y no se presionó por su salida.
La política exterior de EUA impulsa su idealismo partiendo de los valores democráticos compartidos y los derechos humanos que la favorezcan (argumenta Obama), y también su realismo que se define de acuerdo con sus criterios de seguridad y existenciales como potencia. Lo que se evidencia es que las acciones de los distintos mandatarios van en función de los intereses nacionales.
Obama advierte: “Habrá momentos en que nuestros intereses de seguridad entren en conflicto con nuestras preocupaciones sobre los derechos humanos. Habrá momentos en los que podamos hacer algo con respecto a la muerte de personas inocentes, pero habrá momentos en los que no podamos". Deja así un vacío de contradictoria interpretación.
Luis Simón y Carlota García, del Real Instituto Elcano de Bruselas, en una investigación reciente, explican los elementos comunes del ESN 2022 con la gestión de Donald Trump (ESN 2017) y sus diferencias, entre estas destacan los cambios de concepto de “competencia entre potencias”, por el de “competencia estratégica” (implica alianzas con socios cooprotagonistas, ya Obama reconocía la importancia de impulsar la idea de no siempre liderar y de estimular que otros países aliados tomen sus propias decisiones).
Otros cambios están relacionados con el enfoque de las principales amenazas: China y Rusia, al componente normativo de la democracia, a la democracia-autocracia, a la multilateralidad-alianzas, a la prioridad a China y la región Indo-Pacífica, a la ruptura entre límites de la política interior y exterior, y a los retos transnacionales y de cooperación (pandemia y cambio climático).
Los autores critican el enfoque limitado a la Estrategia de Disuasión Integrada (EDI) del gobierno que no combina las áreas militar y no militar. Carece de una visión integrada multiregional ante la amenaza en distintas partes del mundo, de los aspectos nucleares, convencionales y lo híbrido; de integración multi agencias gubernamentales e internacional en campos como el tecnológico, económico, inversiones, etc.
Igualmente citan a Jack Sullivan, consejero de Seguridad Nacional, cuando el gobierno de Biden, con su estrategia de competencia estratégica, defiende las alianzas con autocracias sin interés en “usar la fuerza para cambiar sus fronteras”. Argumenta en su discurso de presentación que “trabajaran con cualquier Estado, sea cual sea el tipo de régimen, que esté dispuesto a trabajar en el marco de los tratados internacionales, especialmente la Carta de las Naciones Unidas (ONU)… de este modo se situarían en una posición más fuerte, cuando se necesiten apoyos para contraatacar, cuando China y Rusia u otros estados, tengan un comportamiento más pernicioso”. Abriendo, con este planteamiento, otro frente complejo al tratar asuntos transacionales relacionados con el cambio climático, las pandemias, etc.
La explicación de Sullivan no es novedosa, se fundamenta en lo expuesto por Nicolás Maquiavelo (1469-1527) en su obra “El Príncipe” (1513): “El fin justifica los medios”. Es una práctica de las potencias, disfrazada con el término “diplomacia”, muy de moda en momentos de negociaciones cuando sólo se permite divulgar, lo que se observa o se dice, quedando en secreto, la otra parte que pocos conocen, como ocurre en las conversaciones y acuerdos alcanzados por el G4, el régimen de Maduro y el gobierno de Biden.
Lo contraproducente del planteamiento de Maquiavelo es que se negocia “con Dios y con el diablo”, y muchas de las acciones resultantes pueden ocasionar efectos devastadores, muertes, destrucción e impunidad, en nombre de una causa. Igualmente, contradice tratados internacionales como la Carta Magna de la ONU, porque – por ejemplo – un gobierno autócratico no es – precisamente- garante del cumplimiento de esos principios, como es el caso del régimen corrupto y genocida de Maduro. Es lo contradictorio del realismo e idealismo -poco ejemplarizante-, sobre el cual EUA basa su defensa a la democracia universal.
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