miércoles, 21 de junio de 2023

La erótica del poder

 

Hugo M. Delgado A. Periodista. Artículo publicado el 20 de junio de 2023 en www.venezuelausa.org

Observada la experiencia de la izquierda en Latinoamérica, con esa llamada “nueva izquierda” ( que de nueva no tiene nada porque añoran al imperio soviético y al régimen de Cuba), representada por Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú y Gustavo Petro en Colombia, muestra la ineptitud y la corrupción como sus características constantes, dejando la evidencia que su ideología sigue funcionando como una especie de “cinturón de castidad”, que les impide evolucionar históricamente.

En estos tiempo de revolución digital, de capitalismo de vigilancia como lo denomina la profesora de la Universidad de Harvard, Soshana Zuboff (entrevistada recientemente en Efecto Naím con su libro El capitalismo de la vigilancia) y de Inteligencia Artificial (IA), es muy difícil que las sociedades problemáticas como las de Latinoamérica aprovechen las oportunidades que ofrecen los mayores avances de la humanidad para deslastrarse de los males que históricamente la acechan: Desigualdades, resentimientos, exclusiones, pobreza y atraso.

El experimento de los últimos 24 años en Venezuela, extrapolado por el dinosaurio ideológico de la Cuba de Fidel y Raúl Castro evidencia ese fósil pensamiento perjudicial que solo ha colocado al país en uno de los fracasos más contundentes del continente, llevándolo de un modelo democrático que, aún con sus fallas, tenía mayores posibilidades de evolucionar hacia mejores escenarios de desarrollo. Dos décadas después, el país involucionó hacia el mayor fracaso su historia, reflejada en indicadores de pobreza, inflación, caída del Producto Interno Bruto, corrupción, destrucción del aparato productivo (industrial y agropecuario) y de servicios públicos, una mediocre educación e ineptitud burocrática.

¿Dónde podemos buscar los orígenes de ese fracaso de la izquierda? En la imposibilidad de superar modelos mentales y de acción evidentemente fracasados, tal como lo expresa el presidente de Colombia, Petro, en su reciente visita a Berlín (Alemania), añoró, con nostalgia, la caída de la de la Unión Soviética, luego de 70 años de sangrienta y represiva revolución, sin que ocurriera “un tiro”; tal como ocurrió aquel 9 de noviembre de 1989, cuando el Muro de Berlín cayó pacíficamente, porque sus habitantes de la ciudad oriental pasaron sin ningún obstáculo hacia el lado occidental, y así ser testigos del atraso a la que los sometió el terror de su servicio secreto, la Tasi, y de un partido sometido a los deseos de Moscú.

¿Qué añora Petro, acaso el atraso de 70 años que produjo el sistema comunista soviético a su pueblo y a sus satélites? Un hecho que fundamentó el sueño erótico del poder de un Fidel Castro acorralado por sus propios fantasmas ideológicos e ineptitud para mejorar las condiciones de vida de su gente y extrapolar una verdadera revolución social impregnada de valores y principios que cimentaran un hombre diferente (no uno nuevo porque tendría que borrar de la faz de la tierra al actual y crear otro), contrario a esos nobles objetivos, formó con su aliado corrupto brasileño, Ignacio Lula da Silva, el Foro de Sao Pablo (FSP).

Ese mamotreto, que recientemente se intentó reanimar apoyando al genocida venezolano, Nicolás Maduro, lavándole la sangre de sus manos y sus actos de corrupción, con los que llenó de dólares las cuentas de sus aliados internos y externos, mientras 7.5 millones de personas se dispersan por el mundo, destruyendo familias y perdiendo su valioso capital humano, con la complicidad de sus socios del FSP, los gobiernos de Estados Unidos de América y Europa con su visión filantrópica y, en especial ,de un personaje admirado y catapultado como la moral de la izquierda latinoamericana, como lo es el expresidente uruguayo, Pepe Mujica, un personaje que con su aparente imagen de honestidad le lava la cara a los corruptos y gánster de su filial política.

Es la reflexión planteada por el ex rector de la Universidad del Zulia, Neuro Villalobos (8-6-2023), citando al presidente Benjamín Franklin cuando dice que “a medida que las naciones se hacen corruptas y viciosas, aumenta su necesidad de amos. Prosigue, “esa esencia la podemos evidenciar a lo largo de la historia universal, sólo que ahora es utilizado el ropaje de demócratas para llegar a ser los máximos conductores de una nación y desde allí dar rienda suelta a lo que se denomina la erótica del poder, la cual estimula las más bajas pasiones humanas por un lado, y satisface la ambición de riquezas por otro lado, conducta muy propia de los dictadores y de los regímenes totalitarios”.

Queda poco que agregar a esta certera apreciación, en un continente lleno de mandatarios resentidos, corruptos e ineptos, que escudan “sus bajas pasiones” con términos como pueblo, pobres, excluidos o justicia social, como ocurre en Venezuela, Colombia, la Argentina del peronismo y de los Kirchner, la Ecuador de Rafael Correa, la Cuba de los Castro, la Nicaragua de Daniel Ortega o el México de Andrés López Obrador.

Gustavo Petro y Francia Márquez (vicepresidente) son los payasos de este circo que parece sepultar en la pobreza y la violencia a Colombia, como lo decía en una entrevista el premio Nobel de Literatura, el peruano, Mario Vargas Llosa, desaprovechando los grandes avances de la democracia, la justicia y el conocimiento para sacar de sus males a los colombianos. En su afán de aferrarse al poder hacen lo que sea, las “aparentes propuestas de mejora de los sistemas de pensiones y de salud”, persiguen “echarle el guante a los grandes recursos que no tiene el Estado”, para garantizar los contratos a sus “compinches” y jugar con el hambre y las necesidades de los necesitados”.

Es lo que ocurre en la Argentina peronista y la Venezuela chavista. Los vagos de la izquierda no saben lo que es generar recursos, son malos administradores y lo que sí saben hacer bien es robar y regalar dinero, como si de esta última forma ayudan a los pobres. El mérito de Boric es haber tirado piedras en las protestas de 2019 y el de Petro es haber sido un criminal cuando incursionó en la guerrilla del M-19 y destruir las ciudades en las violentas manifestaciones del 2019 y 2020. Nunca supieron lo que fue emprender y trabajar, siempre vivieron de la política. A pocos meses de gestión, ambos han mostrado su ineptitud en el manejo de la cosa pública, viven del blablabla y las redes sociales.

Lo que es una constante es que el trasnochado guion del Foro de Sao Pablo es el mismo, se ejecutan al pie de la letra, por ejemplo, expropiar tierras para darlas a los pobres o a los indígenas, para que al cabo de un tiempo arruinen las unidades antes productivas y las abandonen; otra acción, es la creación de grupos paramilitares financiados y apoyados por los regímenes, en Venezuela son los colectivos, en Argentina es la guardia pretoriana de Cristina K; en Nicaragua los paramilitares de Ortega que asesinaron a más de 300 opositores; en Perú eran los cocaleros o los grupos indígenas que trataron de imponer al corrupto Pedro Castillo, tal como lo hacen en Ecuador; en Colombia la guardia indígena y las guerrillas infiltradas en las universidades hacen el papel, con el apoyo del gobierno, el objetivo es proteger al gobierno del cambio, como dice Petro.

El 8 de junio de 2023, el docente de las universidades Simón Bolívar y la Católica Andrés Bello, Ángel Oropeza citaba al padre S.J. Luis Ugalde con una certera frase, “las ideologías fracasadas y muertas solo hay que enterrarlas”. Ese axioma histórico parece sobrevivir en Latinoamérica, expresado en estos desfasados gobiernos de izquierda que antepusieron sus intereses y frustraciones personales antes que responder a los problemas estructurales que demandan de soluciones que les permitan superar sus rezagos históricos y aprovechen los beneficios que la sociedad del conocimiento y la revolución digital y su IA, para generar riqueza y bienestar social.

Latinoamérica necesita urgentemente limitar esa erótica del poder que tanto daño le ha hecho, eso implica evaluar a los gobierno por su origen y por su legitimidad de desempeño, como dice Oropeza; además, a los mandatarios que utilicen la violencia sistemática contra los derechos humanos se les debe deslegitimar y ser sancionados, porque el eje de la legitimidad debe ser el respeto a la persona y sus derechos, sin que esto dependa de la ideología. 

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