En un mundo nuevo, la dificultad es un reto. Se fue lúcido. A los cien años, Henry (Heinz) Alfred Kissinger (1923-2023) se marchó dejando un legado de enseñanzas, que para los historiadores, buscadores de la verdad, es un aporte importante para entender la complejidad del mundo de los siglos XX y XXI, los riesgos y las oportunidades que tiene la humanidad para solucionar sus asuntos y aprovechar el caudal de conocimientos que ha hecho que el hombre tenga las herramientas más avanzadas para acortar los tiempos de respuesta.
Huyó de su natal Alemania (1938) presagiando la amenaza nazi contra los judíos y se radicó en Estados Unidos de América a donde llegó a desempeñar altos cargos académicos y políticos, entre ellos el de docente de las universidades de Harvard, Georgetown y Columbia, y de Secretario de Estado (1969-1977) durante los gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford. Período convulso por la complejidad de la guerra fría con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el manejo del tema chino, la guerras de Vietnam y la del Yom Kypur, la crisis de Pakistá y la amenaza comunista en Latinoamérica y el apoyo de dictaduras de derecha con el Plan Cóndor.
Kissinger basó sus planteamientos y acciones en la investigación histórica, por eso su compleja actuación diplomática estuvo marcada por corrientes de pensamiento de occidente, de China y del mundo árabe, de clásicos del pensamiento filosófico y de personajes icónicos que marcaron la vida del mundo.
De sus fuentes de conocimiento extrajo sus lecciones para buscar respuestas y darle “estabilidad” a los intereses de EUA, en el complejo mundo que ya despuntaba después de la guerra fría. Siempre enfiló sus estrategias hacia el “balance de poder”, considerando la multipolaridad luego de la Segunda Guerra Mundial, la proliferación de naciones con distintos intereses, el surgimiento de organizaciones universales y marcos legales comunes (derechos humanos por ejemplo). Entendió que el concepto clásico de poder había cambiado y de soportarse solo en la fuerza económica y militar, pasó al uso de la diplomacia como fuente de la solución negociada.
Ese entendimiento de la nueva dinámica hace que la diplomacia se use en estrecha relación con la fuerza en esa búsqueda incesante del “balance del poder”. Pocos meses antes de su muerte en su apacible casa de Connecticut, visitó Beijing, en donde fue recibido con honores. Henry entendía los intereses chinos de aspirar a “ser poderoso y gozar de reconocimiento”, pero no con el concepto clásico de fuerza. Cuando Nixon la visitó en 1971, el objetivo era crear un frente anti soviético, intención que en este momento se revirtió con el conflicto ucraniano-ruso.
Henry mantuvo su cercanía con Beijing y advirtió sobre el peligro para Moscú, de afiliar a los antiguo socios del Pacto de Varsovia a la Comunidad Europea y su Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Siendo asesor de 12 mandatarios norteamericanos, impulsó los lineamientos de “la política de distensión” (treguas temporales mientras se negocia) y le dio importancia a la interdependencia con las naciones socias, el uso de la estructura del sistema internacional y la explotación de los valores comunes.
En su reciente entrevista con la revista The Economist (18-05-2023) enfatizó en el pragmatismo de la diplomacia de EUA para buscar soluciones en el que los principios morales no deben anular los intereses nacionales, especialmente cuando afecten -por ejemplo- los fundamentos de la democracia, mecanismo que le imprimiría realismo, y son sus líderes los llamados a tomar decisiones adaptadas a una época llena de peligros, con un mundo destructivo, fundamentado en la tecnología y las armas más avanzadas, y redes sociales y medios informativos desequilibrados, impulsores de “fakes news” y sin moderación alguna.
La pugna con la antigua URSS lo llevó a entender, en el caso de Latinoamérica, que “los revolucionarios de todo el continente entrenaron de acuerdo con el ejemplo cubano. Durante los años 60, las insurgencias rurales basadas en la revolución cubana fuero repetidamente derrotadas, y un tipo de revolucionarios comenzó a cambiar el énfasis de sus actividades, orientándolas hacia las ciudades en forma de organizaciones políticas clandestinas, agitación política, disturbios civiles y terrorismo” (Military Review 1990). Este planteamiento condujo a EUA a apoyar la Operación Cóndor.
Al igual que Joseph Nye Jr, Hanna Arendt y Fernando Savater, Henry considera que las constituciones y las instituciones pueden proteger a las democracias, facilitan las soluciones de los problemas políticos y sociales, más si se consideran los aportes de los fundamentos tradicionales (la historia). Su memoria de joven en un cuerpo de un anciano de 100 años, le permitió viajar, escribir e insistir en su “diplomacia pragmática”, que hay veces contradice y afecta el rol de EUA de ser nación líder y defensora de la democracia. Desde su bufetes Kissinger & Associates y Kissinger & McLarty Associates se mantuvo activo orientando gobiernos y empresas en todo el mundo.
Las advertencias sobre Rusia y China, hechas por Kissinger no parecen escucharse, y tal como lo citó en uno de sus escritos “al estilo de una tragedia griega, las advertencias de los oráculos no siempre son suficientes para evitar el desastre. Toda vez que la salvación no reside en el conocimiento sino en la aceptación de la realidad”.
Analizando el Congreso de Viena (1814-1815) durante la época de posguerras napoleónicas “esta restauraría el equilibrio de poder. Porque la lógica de la guerra es el poder, mientras que la lógica de la paz es la proporción. Y mientras que el triunfo en la guerra es la victoria, el triunfo en la paz es la estabilidad. La que debía ser conservada a través de una fórmula de legitimidad que impidiera que uno de los actores del sistema se viera tentado de volver a desafiar el orden europeo”. Una experiencia que se repitió luego de la Segunda Guerra (1939-1945).
Mientras el mundo convulsionado transita por las guerras en el Medio Oriente y la ucrano-rusa, y la tensión se torna peligrosa entre China-EUA, la teoría de lo “justo y posible” obliga a los grandes bloques a buscar el equilibrio a través de una diplomacia negociadora que maneje el “balance del poder”, que interprete los intereses de EUA y los coloque en una esfuerzo que mejore sus relaciones con Moscú y Beijing.
Kissinger comprendió las virtudes del “balance del poder”, soportadas en la estabilidad de un sistema que garantice la paz y la seguridad internacional, en estos tiempos de “mundos destructivos”, que obligan a cohabitar en un modelo multipolar, un término acuñado por la diplomacia norteamericana hace varias décadas, que todavía parece no encontrar su rumbo en un intrincado camino en el que los intereses de EUA no son compartidos por muchas naciones, incluyendo a sus aliados.
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