miércoles, 14 de febrero de 2024

Los números rojos

Hugo M. Delgado A. Periodista. Fotografía Gustavo Baüer Grimán. Artículo publicado el 4 de febrero de 2024 en www.venezuelausa.org

Son 25 años de chavismo, con experiencias críticas para unos y admirables para quienes sueñan con el socialismo como paso previo al comunismo. Lo cierto es que los resultados están a la vista de todos los venezolanos, en un período contradictorio de la historia en el que la bonanza petrolera emanó del subsuelo como un chorro infinito de petrodólares para alimentar a un país que nunca aprendió a “sembrar el petróleo”.

Las conclusiones las tienen los venezolanos. En una época de vacas gordas, 8 millones de connacionales han emigrado, una pérdida de capital humano que difícilmente será recuperado, irrigando a Europa y América con sus capacidades buenas y malas, esparciendo, con su talento y sus miseras, la imagen de una nación desconcertada y desesperanzada, rica en recursos naturales pero pobre en resultados.

La llegada de la marea roja con la que cobijó, Hugo Chávez, a Venezuela en un momento de zozobra de su democracia, creo expectativas e ilusiones en una sociedad inmadura institucionalmente, que aparentaba un desarrollo más cuantitativo que cualitativo, y que experimentó el derrumbe de su estructura de nación, para adentrarse en el túnel del oscurantismo autoritario y militarista, que siempre la acompañó en su historia.

Cuando se creyó que se había superado la tesis del “gendarme necesario”, la misma sociedad civil, política y económica optó por romper el aprendizaje democrático de 40 años y decidió “cortar el camino”, apoyando la opción militar del fracasado teniente coronel golpista, Hugo Chávez, esta vez, controlada por los tentáculos del dictador cubano, Fidel Castro.

Esa funesta alianza Castro-Chávez, que materializó las intenciones estratégicas del dictador cubano, medio siglo antes, las había advertido el gestor de la democracia venezolana, Rómulo Betancourt. En uno de sus escritos decía que tomar las ideas de Castro sembrarían de miseria, sangre y terror al continente. Gracias a los petrodólares pagados principalmente por las compañías norteamericanas, la premonición se dio.

Hoy Latinoamérica vive las consecuencias de la advertencia de Rómulo. Los dólares esparcidos por el continente han generado desestabilización, pobreza y sangre. La democracia está en vilo, mientras la corrupta e inepta izquierda ocupa los espacios en una sociedad resentida y desigual, que busca “encantadores de serpientes”, para solucionar sus problemas históricos y de pobreza.

La llegada al poder de Hugo Chávez se dio con la bendición de una sociedad carente de cultura ciudadana, adormecida por la vida cómoda democrática, con una dirigencia política decadente, cómplice de la corrupción desatada en las gestiones presidenciales de Acción Democrática y Copei, cuyos líderes obsesionados por el poder y el presidencialismo, no fueron capaces de oxigenar el sistema e incluso, el nefasto Rafael Caldera absolvió de culpa al golpista causante de más de un centenar de muertes que nunca pagaron los asesinos y más bien lo recompensó abriéndole las puertas para que llegara al poder.

En su crónica del 04-02-2024, el periodista zuliano José Aranguibel Carrasco, luego de vivir la experiencia de compartir el momento de la intentona con uno de los gestores, el teniente coronel, Francisco Javier Arias Cárdenas, escribe: “Hoy domingo está conmemorándose el 32 aniversario de aquellos sucesos cuando, a partir del 4F de 1992, la historia de nuestro país no sería la misma. Tuvo su motivación en un antes y un después…Un después, llegado de golpe que en adelante cambiaría, dividiría y fracturaría la historia del país y la vida de cientos de miles, de millones de personas o de familias enteras. Tenemos hoy por resultado, al paso de los años, que el remedio o la medicina propuesta y ofrecida en aquella revuelta militar, digamos, ha sido peor en el tiempo que la enfermedad…”

La sociedad tiene que hacer su “mea culpa”, para asumir su destino y no dejarlo en manos de Estados Unidos de América y sus intereses. El tiempo, dice Aranguibel, demostró que el remedio fue peor que la enfermedad. La sociedad irresponsable buscó una respuesta fuera de la institucionalidad y las consecuencias fueron graves. Venezuela camina por la senda de la incertidumbre sin norte. Cada cierto tiempo siembra sus esperanzas en “un alguien” que desecha cuando no logra sus aspiraciones de “sacar a los chavistas del poder”. Luego de la frustración nada vale, creándose un círculo vicioso de lecciones inconclusas.

El daño ocasionado a la sociedad es incalculable, en materia de destrucción de las instituciones (la familia, las universidades, los poderes públicos, por ejemplo), objetivo del comunismo, del aparato productivo, o de entrega de la soberanía a los designios cubanos, la guerrilla colombiana, el narcotráfico y grupos terroristas. La diáspora calculada en 8 millones tampoco importa, igual que la pérdida de la generación de relevo o las cifras de suicidios o de muertes por causas depresivas que en forma silente afectan al país.

El venezolano es el enemigo del venezolano. Las redes son el mejor reflejo. Lo demuestran los politiqueros de turno. Lo expresan los comunicadores sociales con sus mensajes divulgados, en los que destacan -con su crítica destructiva- los actos de los malos, pero poco importa la obra de los cientos de trabajadores y estudiantes que construyen futuro. O “ los influencers” que proyectan un país perfecto en abierta burla de quienes no tienen que comer. Se promociona el vandalismo del Tren de Aragua como referente de las mayorías, pero pocos dicen que ese “engendro” es un proyecto parapolítico financiado por el chavismo.

La esperanza, dicen muchos venezolanos, se siembra en la normalización de la producción petrolera y la eliminación de las sanciones, para que continúe el festín de la corrupción y la complicidad generalizada de antaño. No se discute el nuevo modelo postpetrolero que debe concebirse para el futuro de la nación productiva. Se olvida que la crisis comenzó antes de las sanciones instrumentadas inicialmente por el gobierno de Barack Obama y que el origen del despilfarro y la corrupción del chavismo son los causantes de los males.

¿Acaso no fueron suficientes los más de un billón de dólares que recibió el chavismo durante el boom petrolero, para solucionar los problemas estructurales del país? 25 años después los números del chavismo están en rojo en materia económica, social, educativa y política, contradiciendo cualquier sospecha de éxito alegada por el régimen. Las miserias humanas que pasean por las calles de cualquier país de Europa y América son resultado de la descomposición del país y de las perversas manipulaciones de una nomenclatura, que aplicando las mismas estrategias cubanas, impulsan la salida de su población (caso Marielitos 1980), mientras utilizan las herramientas de control basado en la mentira, el saqueo, la manipulación de las estadísticas, la violación de los derechos humanos y el terror, para mantenerse en el poder.

Al otro lado de los números en rojo, un país harto de sus problemas, mira impotente su futuro. Le entrega su destino a los gobiernos de Estados Unidos de América para que negocie con un régimen dictatorial interesado en sobrevivir y quedarse en el poder porque no tienen mañana. 25 años después, Venezuela es más pobre, más desigual, más endeudada, más corrupta y menos soberana.





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